domingo, 16 de octubre de 2016

AGULO. ESE PINTORESCO PUEBLO A LOS PIES DEL ANFITEATRO PÉTREO


(…) al rodear el risco, vemos un grupo de casas en la parte alta del terreno cultivado, como un castillo coronando las alturas, que es Agulo. El terreno está dispuesto en bancales muy definidos, desde las casas hasta el mar, y es muy fértil (…)

(…) los aguacateros y las adelfas dan un toque pintoresco a las casas. Don Manuel tiene otra casa aquí, una residencia de verano, en cuyo pórtico nos sentamos un rato, frente a las montañas y cascadas. Incluso la parte baja de la falda de las montañas está dispuesta en bancales que suben hasta donde es posible… Es curioso observar que las mejores casas de Agulo han dispuesto sus pórticos y salas de estar dando hacia las montañas y no hacia el mar (…)
                                                                                                                  (Olivia Stone-1885)

Casco de Agulo, hacia 1880.  La Montañeta en primer término, 
el núcleo de Las Casas , al fondo. Foto: FEDAC
Mirador de Abrante
Si leemos atentamente las impresiones que Olivia Stone refleja en su libro Tenerife y sus Seis Satélites (1887), puede comprobarse que el pueblo de Agulo, en lo esencial, sigue manteniendo unas señas de identidad similares a las que tenía en época victoriana, pese haber trascurrido más de un siglo del paso de la viajera y escritora inglesa por la isla. Su singular emplazamiento, limitado por el imponente anfiteatro rocoso, y la forma de distribución de bancales, tierras de cultivo y poblamiento, siempre con el objetivo de preservar los suelos fértiles para la producción agrícola, marcan unas señas de identidad de la población que aun permanecen.

Agulo, es uno de los cascos urbanos de Canarias que presenta uno de los emplazamientos y patrones de asentamiento más nítidos de nuestras islas, conservando en sus estrechas calles, callejuelas y vericuetos magníficos ejemplos de la arquitectura tradicional de los siglos XVIII y XIX.










El origen de Agulo y su estrecho vínculo con la Isla Baja de Tenerife.


Interior de uno de los inmuebles más antiguos que
componen la población
Las primeras referencias escritas sobre Agulo cuentan como los señores de la Isla llegan a un acuerdo con D. Gaspar de Mesa, vecino de Buenavista del Norte, para que se asentaran un grupo de colonos procedentes de Daute (Tenerife), en la zona de Sobreagulo y San Marcos. La razón de esta procedencia hay que buscarla en las estrechas relaciones comerciales que existían entre los puertos de San Sebastián de la Gomera y Garachico; unida a la coyuntura de estancamiento económico de la zona de Daute a comienzos del siglo XVII, tras la crisis azucarera, y que produjo la salida de parte de sus contingentes poblacionales.



Sus señas de identidad urbana.


En realidad la población de Agulo está integrada por tres caseríos: La Montañeta, Las Casas y El Charco, comunicados por una vía principal en la que confluyen estrechas callejuelas y callejones que delimitan las manzanas de su entramado urbano.
Panorámica de Agulo y sus tres barrios desde Abrante. Abajo en  la costa Lepe.
Las Casas


Desde su fundación, Agulo siempre fue población de gente humilde ligada a las tareas del campo, y las viviendas de sus moradores denotaban ese estatus: casas pequeñas generalmente de un sólo cuerpo, cubierta a dos aguas y casi siempre con el vano de la puerta como único hueco.


Desde finales del siglo XVIII y, sobre todo, con la entrada del XIX, se inicia una fase renovación y crecimiento urbano, animado por una creciente mejoría económica basada en el comercio agrícola y el ascenso de la burguesía insular, que comienzan a ver sus viviendas como algo que dignifica su privilegiada posición social. Aparecen las viviendas de dos alturas, el alargamiento de huecos, la profusión del acristalado, modelos más elaborados y cuidados para las carpinterías de puertas y ventanas, el hierro forjado en balcones, en definitiva la arquitectura del casco de Agulo adquiere una notable solemnidad respecto a la de época anterior.

La Montañeta
Durante este período decimonónico no sólo se levantan edificios de nueva planta sobre solares expeditos u otras fábricas que se erigen tras demoler construcciones primigenias, también es muy frecuente la renovación de los edificios preexistentes cuyas fachadas levantadas a modo de parapeto, denotan una modernidad de la que carece el interior de las mismas.

Uno de los edificios más singulares de Agulo es la Iglesia de San Marcos, de diseño controvertido por alejarse de las realidades vernáculas, y uso de un lenguaje neogótico con profusión de arcos apuntados y destacadas bóvedas semicirculares de reminiscencias orientales. Fue proyectada por el arquitecto tinerfeño Antonio Pintor y levantada en 1911 sobre el antiguo emplazamiento de la fábrica barroca, la cuál llevaba casi una década clausurada debido a la peligrosidad de su mal estado. Junto a la iglesia se haya la plaza y el edificio del Ayuntamiento, siendo éste el centro neurálgico de la población.

Callejuela en el núcleo de Las Casas
Iglesia de San Marcos
La Calle Real atraviesa los tres caseríos del casco de Agulo, en dirección al cementerio, que se encuentra algo alejado del caserío, hacia el risco, para continuar hacia Vallehermoso o bien conectar con el camino de bajada a la playa de San Marcos. A su paso por el casco este camino transita entre viviendas de estilo canario, generalmente de dos alturas, que se entremezclan con edificaciones más humildes y otras fábricas "modernas" propias de la era del ladrillo y hormigón. El paseo es muy placentero, nunca falta gente con quien intercambiar una conversación o un simple saludo. Agulo tiene el sabor de los pueblos de antaño, se percibe un ambiente muy familiar entre los vecinos y vecinas, aquí todos se conocen y el visitante siempre es bienvenido.
Callejuela en  Las Casas



Panorámica del Barrio de La Montañeta. 

José Aguiar un genio forjado en Agulo.

Casa de José Aguiar en Agulo
Autorretrato

Otro de los referentes de Agulo es la casa del pintor José Aguiar, uno de los referentes de la pintura canaria y nacional de todos los tiempos, que acoge la primera biblioteca, museo y centro de producción artística de Agulo. 


El inmueble donde el autor basó una buena parte de su infancia y juventud, es un antiguo edificio construido en el siglo XVIII y emplazado en la calle de la Seda, cerca de las proximidades de la iglesia parroquial. 

Patrimonio industrial: Pescante de Agulo y empaquetadora


Pescante de Agulo
Interpretar Agulo sin el marco que lo rodea no es posible, éste lleva implícito la esencia del núcleo. Su patrón de asentamiento da sentido a unos modos de vida secularmente ligados al agro y, como antes se ha explicado, todo está pensado en aras de preservar los mejores suelos para esta finalidad, de manera que las construcciones únicamente se establecen sobre los resaltes, promontorios y zonas más estériles. Este patrón de asentamiento se acentúa, si cabe, con la introducción de la platanera, que literalmente envuelve al núcleo con un manto de denso verdor.


"El Transportador". Empaquetado y almacén de plátanos
Con la platanera surgen elementos, hoy muy interesantes desde el punto de vista de la arqueología industrial, como los almacenes y empaquetadora, conocidos por el nombre de "El Transportador", sitos sobre la costa en las proximidades de Agulo y El Pescante de Agulo, levantado a principios del siglo XX, hoy en ruinas, que fue el punto de salida de las producción platanera. Hay datos curiosos acerca del Pescante de Agulo, como que contó con el primer teléfono de la isla, funcionando entre 1911 y 1918. El Pescante pronto se convirtió en el verdadero motor de la economía y desarrollo del municipio, en una época donde las comunicaciones terrestres eran muy precarias, utilizándose tanto para la exportación como para la importación de toda clase de mercancías, además de medio de embarque y desembarque de personas.


El Pescante y la empaquetadora estaban comunicados por un teleférico, levantado sobre torres metálicas, cables de acero y que desplazaba una especie de cesta para el transporte de la carga.


Las hogueras de San Marcos. 

Disposición de hogueras antes de arder
Cada 24 de abril acontece una de las noches más mágicas de la Isla de La Gomera, es la víspera de San Marcos, en la que se saltan las hogueras. Se trata de un encuentro festivo, religioso y pagano que cada año confirma una tradición antigua que se ha traspasado generación tras generación, y cuyo ritual se conserva como antaño, incluyendo el característico olor a tronco de sabina que envuelve las calles durante la quema y donde queda patente el fervor popular y cariño hacia el santo patrón. 




Saltadores en acción. Un ritual que llega a alcanzar tintes casi mágicos.

Las Hogueras de San Marcos, son el emblema característico de las fiestas patronales de Agulo, y consisten en la construcción de una sucesión de hogueras hechas con leña de sabina hábilmente ensambladas, que se van situando en la calle principal del pueblo, bordeando la plaza de la Iglesia.

Una vez encendidas, éstas son saltadas a gran velocidad por decenas de personas que, a modo de promesas y con ropas adecuadas para la ocasión, atraviesan las llamas ante la presencia del Santo Patrón, quien observa como en su honor, sus fieles creyentes saltan las impresionantes columnas de fuego.

Un evento festivo tan peculiar, con estas características es sentido por personas de cualquier edad, a la vez que el visitante queda hipnotizado ante la magia que desprende el paso de los saltadores que sortean las piras.

“...para saltarlas nos poníamos unos gorros que hacíamos de las plataneras para no quemarnos el pelo. Yo creo que lo único más típico que tiene La Gomera de las siete islas es la cosa ésta de las hogueras de S. Marcos…”
D. José García Suárez. Vecino de Agulo

La Octava de San Marcos. Bajada del Santo a La Playa, a su paso por el
barrio de El Charco.
La advocación a San Marcos se entronca directamente con el periodo de colonización y configuración del poblamiento de Agulo, que aconteció en las primeras décadas del siglo XVII. La imagen de San Marcos fue traída por esas familias de colonos de la zona de Daute al cuál levantaron una ermita en su honor. Se trata de una talla muy peculiar y de especial valor, ya que buena parte de ella está modelada con la técnica de paños encolados, en concreto la cabeza, las manos y los pies, siendo el eje central un tronco de madera de pinzapo, árbol propio de la región andaluza.


La importancia de nuestros cascos históricos.

Calle principal en La Montañeta
Los cascos históricos presentes en nuestras islas, en términos de tramas urbanas primigenias generalmente circunscritas a cabeceras municipales, concentran gran parte de la esencia histórica de nuestra tierra, constituyendo un libro abierto de los modos de vida pretéritos, de la evolución de nuestra arquitectura y poblamiento y, en general, de nuestro acervo cultural.

Es muy importante la concienciación de nuestras administraciones de cara a establecer los mecanismos urbanísticos y arquitectónicos para su protección, dado que cuidar y rehabilitar estos espacios debe constituir un eje fundamental para la "dinamización" de nuestros pueblos y ciudades. Pero, por otro lado, es importante hacer de los cascos históricos un ente vivo y no meros escenarios turísticos, conservar su esencia y fisonomía, en definitiva, tener una visión más integral de los mismos, en la que participen no sólo los gestores de la ciudad, sino, también, los agentes socioeconómicos, comerciantes, hosteleros, profesionales y técnicos y, sobre todo, los vecinos y vecinas que cohabitan en ellos.

Barrio de Las Casas desde un tejado en La Montañeta

Calle en La Montañeta

miércoles, 12 de octubre de 2016

LA SUGESTIVA MIRADA DE LOS CASERÍOS ABANDONADOS DE FUERTEVENTURA. EL EJEMPLO DEL PAGO DE LA FLORIDA



Caserío de La Florida. Tuineje.
Sed, aridez, llanura "infinita", qué evocadores son esos paisajes majoreros!, aquellos sobre los que Don Miguel escribió en su destierro, en aquel ya lejano año de 1924. Una isla con tanta escasez secular que, desde el continente, se contemplaba como lugar de destierro contra insurrectos o subversivos; con recursos hídricos tan escasos que parece un milagro cómo el campesino, a través de dosis de ingenio y sabiduría popular, ha podido extraer "tanto" de sus yermas tierras. 

Una tierra salpicada de aspas y torreones de viejos molinos, aljibes y ese paisaje cultural de gavias tan característico que tiñe de tonos ocres y rojizos el entorno. Y es que la  Isla es mucho más que kilómetros de playas de jable blanquecino, límpidas aguas turquesas y radiante sol. Una imagen estereotipada que, en muchos casos, ha minimizado o subestimado los ingentes valores que encierra su interior y que tan gratificante resulta descubrir.  

Característico paisaje árido y pedregoso de la llanura central
de Fuerteventura, no muy distante de cualquier foto de
la superficie marciana. 
"Empiezo a escribir estas notas.. en esta isla de Fuerteventura, una de las que se llamaron Afortunadas.Y de veras que es afortunada, a pesar de la resignada sed que mortifica a su tierra, pues que no hay en ella ni cine, ni equipos de football, ni bueyescautos o como se diga. Ni pita el tren, sino que pasa solemne y pausado, el camello…Mar y cielo le están cantando a esta sedienta isla la canción silenciosa del largo sueño sin despertar."                                                                                                          (Miguel de Unamuno)
Son muchos los rincones del interior de la isla que evocan las "huellas" del duro pasado, una "lucha" entre el hombre y  su medioambiente, donde extraer recursos del entorno resultaba fundamental para la supervivencia. Resulta especialmente evocador la imagen  del antiguo caserío que aparece aislado en el horizonte, sobre la árida llanura o suaves promontorios; edificaciones en muchos casos ruinosas o "descarnadas" sus cubiertas, en las que sobreviven los viejos muros y sus huecos. 

Precisamente la idea de esta entrada de mi blog es dar a conocer uno de los ejemplos que mejor ilustran esta descripción, el Pago de La Florida, en el municipio de Tuineje, un lugar especialmente sugestivo y que resulta gratificante recorrer. Como así lo hicieron y refirieron grandes viajeros decimonónicos tan ilustres como René Verneau.

Panorámica de buena parte del caserío de La Florida. Tuineje.

Diferentes soluciones en las cubiertas de estas dos construcciones
una a dos aguas y teja árabe y otra de cubierta plana.
El caserío o pago de La Florida está constituido por una agrupación de viviendas tradicionales y elementos anejos como dependencias para el ganado,  aljibes, pequeñas maretas y gavias, hasta restos de una Tahona o "molino de sangre" . Algunas de las construcciones que permanecen en pie se remontan al siglo XVIII, como se puede inferir de ciertas crónicas de la época refiriéndose a la existencia del caserío.



Las diferentes construcciones se agrupan conformando un pequeño
 entramado de calles
Rodeado de inmensas y pedregosas llanuras, sólo el transitar de algunas cabras las cabras ponen las notas de vida en el conjunto de un paisaje que si sólo observamos su horizonte montañoso, no difiere mucho de esa sensación que podríamos estar en Marte. En la actualidad el poblado se encuentra totalmente abandonado, muchas de sus viviendas se encuentran sin techo y los alrededores sin actividad alguna.





Algunas citas históricas sobre el pago.

 - Extraídas del  artículo: - La Florida: un proyecto de futuro gracias a nuestro pasado de la web bienmesabe.org -

Estanque o aljibe descubierto que recogía las aguas de
caminos y tejados
Este conjunto patrimonial es un claro ejemplo de la arquitectura tradicional majorera y de la lucha de sus hombres y mujeres por la supervivencia, como bien expresa González Ortega:



(...) el hombre de la isla construyó siempre cerca de donde trabajaba; por eso los terrenos del interior, adonde conduce el pastor el ganado en busca de pastos, están salpicados de pequeñas y elementales construcciones hechas de piedras, sostenidas por el milagro de la paciencia (...). Suelen ser, al menos la mayoría de las de los campos, casas de una sola planta levantadas en mitad de la soledad de las llanuras (...).

Sin duda este enclave conoció tiempos mejores. hoy en completo estado de abandono
(...) [en] las formas de construcción del pasado llaman la atención dos tipos de casas, reflejo de las diferencias sociales: la casa grande, con balconada y escalera de piedra, que es propia de las casas de los burgueses rurales, la otra, la de las casas humildes, de una sola planta a la que cubre un techo de torta. Como costumbre nacida de la necesidad, en la eterna carencia del agua, el majorero construye techos planos que recogen lo que cae del cielo y aljibes para guardarlo donde mueren los caños (...). Junto a las paredes y el suelo del hogar sólo tierra, paja y piedras surge el corral para el ganado y los taros para guardar los quesos (...).

(...) el paisaje arquitectónico del pasado, con colores nacidos de la tierra, se resiste a desaparecer. Se alzan con orgullo entre las calles dormidas de los pueblos del interior o las llanuras inmensas del país (...).
Pero este antiguo núcleo, hoy en el olvido, desconocido aún para la mayoría de los majoreros y qué decir para los visitantes, aparece como un pago importante en el sur de la isla y visitado por ilustres viajeros. Tal es el caso de Verneau, que hace referencia a La Florida en los siguientes términos: 


(...) Hasta las inmediaciones de Tuineje ocurre lo mismo, y en esta región se encuentran dos pequeños oasis: San Andrés y La Florida (...).

La Florida también fue lugar de importancia histórica, como punto de referencia en las Batallas de Tamasite y Llano Florido, cuando se produjeron los ataques de la piratería inglesa a la isla de Fuerteventura durante el siglo XVIII. El libro Ataques ingleses contra Fuerteventura hace las siguientes menciones sobre La Florida:

Algunas construcciones del pago de La Florida. Al fondo, tras la llanura,
 asoma la silueta de la Montaña de Gayría
(...) un vecino del pago de La Florida, el primero con que tropezaron los inglese
s en su marcha hacia el interior...
(...) Matías Domínguez (...) niño todavía, llegó llorando hacia las cuatro y media de la madrugada a casa del presbítero don José Antonio y su hermano el alférez Manuel Cabrera, en La Florida, pago situado a kilómetro y medio en línea de recta y dirección noroeste de Casilla blanca (...) mientras un tercero reunía cuantos pudieran tomar las armas en el pago de La Florida, para dirigirse en pos de los ingleses, al mando del alférez (...).
(...) el contingente de La Florida llegó a las afueras de Tuineje, donde el alférez Manuel Cabrera ordenó el alto y que allí mismo le esperasen (...).
(...) el señor teniente coronel don Joseph Sánchez Umpierres, gobernador de las armas de esta isla, quien venía de su cortijo de los Arrabales, y así mismo con algunos vecinos del lugar de Tuineje y otros de La Florida (...).
La Florida, por otra parte, ha estado y sigue estando presente en la memoria viva de muchos de los que fueron sus habitantes, y que tanto ayer como hoy siguen recordando la niñez o la juventud vivida y ya perdida, entre aquellas paredes, entre aquellas llanuras de la Fuerteventura de no hace tanto tiempo... Juan Betancor, importante poeta popular y decimista del pueblo de Tuineje, recordaba:

(...) Sí, señor, esa es mi vida: nací en 1900 en donde le dicen La Floría, un pago de Tuineje con pocas casitas entonces Cuando se casó con mi madre, lo convidaron al cortijo de La Floría y allí nacimos 
(...). Nos criamos en esa Floría y nada más que sembrar y arar cosas de la labranza de las camellas y los camellos (...). Jugábamos al chiviví, a la rayuela y el bayoyo y a Tuineje veníamos pa las fiestas de San Miguel.
 (...). El viejo estaba de mayordomo en la finca de uno de Santa Cruz, D. Víctor Pérez, y tenía a su cargo 20 ó 30 medianeros. Allí escapamos bien, porque mi padre tenía una décima parte de todo lo que recogíamos (...). Esta es la tierra más buena que hay en el mundo. En Fuerteventura, aunque uno tenga hambre, si no tiene pan se pide, no se roba: pero siempre los de fuera han venido a robarnos lo poco que nos quedaba (...).
(...). Cuando andábamos con mi padre en La Florida mira que veía pasar carretas y bestias cargadas con grado pa Tenerife y Canaria (...). De aquello no queda nada. Cuando estaba en esos campos me venía la mala idea de que no lloviera, pa el fruto de la tierra se los llevaran otros (...).

Una visión actual del caserío 
Inmueble con varios cuerpos adosados de diferentes cubiertas. 
Formas cúbicas, rectangulares que fueron creciendo por adición de cuerpos.


Diferentes soluciones constructivas conforman las cubiertas de los edificios. Gruesas y heterogéneos troncos casi sin "trabajar" con ripiado de rama de tarajal. Y otra solución es el cañizo sobre listones muy trabajados en el caso de la cubierta plana.
Tradicional horno doméstico de mampostería
Dependencia con ventanillo de listones. Probablemente con función ganadera.
Algunas construcciones se encuentran en total ruina y apenas siguen en pie algunos muros
Algunas construcciones están revestidas con mortero de cal. Otras permanecen en piedra vista 


Detalle interior del aljibe descubierto que recogía las aguas pluviales de los caminos y cubiertas de las casas
Edificación a dos aguas con muros testeros que soportan las grandes vigas de la cubierta
...Y detrás de la última casa... "el desierto"


VALORACIÓN FINAL



1 2 3 4 5
VALORES PATRIMONIALES




VALORES PAISAJÍSTICOS




VALORES CIENTÍFICOS




GRADO DE CONSERVACIÓN




CAPACIDAD EVOCADORA






 Fuentes bibliográficas

  • BETANCOR Y RODRÍGUEZ, A. Ataques ingleses contra Fuerteventura, 1740. Cabildo Insular de Fuerteventura, 1992.
  • GONZÁLEZ ORTEGA, Manuel. Vida y décimas de Juan Betancor. Gobierno de Canarias.
  • VERNEAU, R. Cinco años de estancia en la Islas Canarias. Graficolor, 1981.
  • 'La Florida': un proyecto de futuro gracias a nuestro pasado ... En bienmesabe.org


lunes, 10 de octubre de 2016

EL HINTERLAND SANTACRUCERO. (1a PARTE). EL HISTÓRICO "CIRCUITO" DEL AGUA

Es consustancial a todos y cada uno de nosotros  tener vínculos especiales ligados a determinados enclaves, casi siempre adscritos a épocas amigables y despreocupadas, como la infancia. Eso me ocurre cuando me pierdo recorriendo esos riscos y montañas que custodian la urbe santacrucera, "mi campo de juegos" de niño,  todo un reducto de naturaleza en pleno traspaís de la ciudad. Un lugar que me evoca aquellas correrías infantiles siguiendo sus centenarias y vetustas atarjeas y acueductos por sus estrechos andenes que zigzaguean las escarpadas laderas de los barrancos, o atravesar, con cierta inquietud, aquellas oscuras y largas "cortadas" que, a modo de túnel, comunicaban los diferentes valles como los de Anchieta, La Leña y Tahodio.  De todo ello voy hablar en este artículo; de cómo una infraestructura hoy olvidada, que supuso un ímprobo esfuerzo humano, económico y de ingeniería, fue tan importante para dar cobertura a las necesidades de una urbe y un puerto que crecían exponencialmente.


Barranco de Anchieta y su red de atarjeas.
Emplazamiento y traspaís santacrucero

Santa Cruz desde Anchieta
Santa Cruz de Tenerife es una ciudad cuyo emplazamiento y soporte físico queda constreñido por las montañas y los riscos del Macizo de Anaga, hacia el norte,  y el océano Atlántico, por el sur. A su vez, una serie de barrancos que nacen en el interior del macizo, atraviesan y desaguan en su litoral, algunos de ellos hoy soterrados, en su tramo final, bajo el asfalto y cemento de la urbe. Estos condicionantes han marcado el devenir de su historia urbana; desde aquel primigenio caserío en torno a la Caleta de Blas Díaz y la Iglesia de la Concepción, hasta convertirse en la urbe actual, el crecimiento urbano se ha ido produciendo necesariamente a saltos de barranco, conviviendo ese urbanismo con una importante agricultura en torno a sus laderas y pie de montes.
Barranco de Tahodio

Mar y montaña son dos activos importantes que, paradójicamente, han ido cayendo en el olvido, pudiendo afirmarse que la ciudad, al menos durante las últimas cuatro o cinco décadas, ha vivido de espaldas a ambos. Bien es cierto que parece existir una voluntad de volver a acercar el mar a la ciudad, con la ejecución de algunos ambiciosos proyectos recientes y otros pendientes, pero con la montaña sucede otro cantar. Y es que realmente hay un conspicuo desconocimiento del patrimonio natural y cultural, tangible e intangible, que atesoran los barrancos santacruceros, representados por su principal el de Santos y de otros como los del Hierro, Aceite, Aguaite, San Antonio, La Leña, Anchieta, Almeida, Tahodio, Valleseco y Bufadero por no extendernos más allá. Unos activos en el olvido que bien merecen ser dados a conocer.

Ese hinterland de barrancos, laderas y riscos, que se extiende tras la ciudad, realmente encierra unos elementos patrimoniales sorprendentes, en términos de lucha urbe "versus” territorio por abastecerse. 

El agua de abasto y su tránsito hasta la ciudad

Uno de los grandes problemas que la población hubo de enfrentar desde sus inicios, fue la demanda de agua, elemento vital sin el que es posible la producción y reproducción social. 
Ya en aquel lejano 1494, cuando se funda el "Real de Añazo", las tropas de Alonso Fernández de Lugo eligen como emplazamiento la vera del Barranco de Santos, cuyas escorrentías permanentes –se le llegó a denominar “El Río”- les aseguraba un fácil acceso al preciado recurso. 

Con la llegada de nuevos colonos, tras la Conquista, y el consiguiente aumento de población, fueron numerosos los pozos que se abrieron junto al barranco, cuyas aguas eran extraídas por el sistema de norias -hecho que ha dejado huella en la toponimia de la ciudad como ocurre con la popular Calle de La Noria, que discurre paralela al Barranco de Santos-, que cubrían la demanda del incipiente caserío, pero que pronto quedaron inservibles para el consumo humano debido a que la calidad de sus aguas mermaron, por su incesante explotación y subsiguiente "contaminación", al mezclarse con el agua de mar, volviéndose salobres. 

Las canales de madera. El primer "circuito" del agua. 


Fuente de Isabel II a finales del siglo XIX. Foto: Miguel Bravo
De esta modo, ya durante el siglo XVIII se hubo de recurrir a traer el agua hasta la ciudad desde las montañas, donde se ubicaban los principales nacientes de Anaga, Tahodio y los Montes de Aguirre, construyéndose para ello, en 1707, una compleja red de canales de madera, por orden del Capitán General Agustín de Robles y Lorenzana -obra sufragada por la Real Hacienda, pósitos del Cabildo y algunos vecinos- que, salvando el escollo de las montañas,  llegaban  hasta la ciudad cubriendo el abasto de la población, las fuentes públicas, las necesidades de las tropas de defensa, la aguada de los barcos y los riegos de las fincas y huertas de la ciudad.  
Plano de Santa Cruz de Le Chevalier, en el que se puede ver la canalización de madera que conducía agua hasta la fuente del Chorro en la actual calle del Pilar. Fuente: canarizame.com
Este primer trazado de atarjeas consistían en un sistema de canaletas de madera empatadas y colocadas sobre palos o soportes equidistantes. Se encontraban elevadas a cierta distancia del suelo, con el fin de impedir que el ganado abrevara en ellas. Además se situaban en lugares poco frecuentados y de complicado acceso, a fin de impedir que los vecinos sustrajeran el líquido elemento. Asimismo, los frondosos bosques de laurisilva y monteverde de Anaga suministraron toda la madera precisa, lo que se tradujo en una obra llevada a cabo con gran rapidez y relativo bajo coste.  

La canalización de 1827. La obra de mampostería. 

Acueductos en el Bco. de Anchieta
Conforme la ciudad y su puerto crecían, y por ende la población, las demandas de caudales de agua también se incrementaron. Los canales de madera mantuvieron su servicio hasta poco después de 1826, cuando siendo D. Francisco Tomás Morales -Comandante General de la Provincia y Presidente de la Junta Administrativa del Agua-, se inician las obras para sustituir el circuito de atarjeas de madera por una gran obra de mampostería, con túneles y acueductos. Un proyecto necesario que, amen de incrementar sobremanera los caudales, sería más seguro y duradero, en aras de minimizar pérdidas de agua y las constantes reparaciones que requerían las viejas canalizaciones de madera. Esta empresa se llevó a cabo sufragada por el Ayuntamiento y algunos vecinos con cierto poder adquisitivo que participaron como accionistas

La obra no sólo se limitó a la canalización en sí; para realizar esta nueva conducción de "11.000 varas" de atarjeas, fue preciso fabricar caminos para acercar materiales y personal al trazado escogido, cuyas tareas precisaban la utilización de argamasa, encalado y otras obras menores.

Con la obra de la Presa de Tahodio, hacia 1916, se configuró otro nivel de atarjea, paralelo al de 1826. Y ya en los años 30-40 del pasado siglo, un tercero de hormigón armado y encofrado.
Tramos de atarjeas que transitan por las ladera sur del Barranco de Anchieta

Detalle de los materiales empleados en los soportes, canales y acueductos
Arco o acueducto que salva el paso de la canal por el Barranquillo del Aceite
Arco o acueducto a su paso por un barranquillos
Acueducto que salva el Barranco de La Leña.
Detalle de la atarjea más reciente, de hormigón armado. Siempre de trazado pararlelo
al circuito primigenio. Barranco de La Leña.

Detalle en el Barranco de Anchieta. con canales de desagüe bajo la atarjea que discurre por encima de los mismos.
Imagen donde se aprecian  los diferentes niveles de conducciones. Barranco de Anchieta
Una obra de este calibre, en pleno siglo XIX, a lo largo de varios kilómetros de riscos y andenes casi inaccesibles,
 requirió de un esfuerzo humano y material sin parangón.

Perspectiva que refleja la complejidad y espectacularidad de la obra 


Otra perspectiva de la canalización más reciente sustentada por columnas de hormigón


LAS CORTADURAS

Durante la ejecución del proyecto de 1826, se decidieron realizar otras obras de mayor envergadura, como era la de hacer una Cortadura o Taladro para dar paso la canalización desde el Valle de La Leña al de Anchieta, con cuya obra se lograba además de sacar el agua a mayor altura, se consiguió ahorrar muchos centenares de metros de trazado. Cuentas las crónicas que este reto para la ingeniería de la época, requirió contar con dos quintales de pólvora, suministrados por el Comandante de Artillería a la Junta del Agua.

La Cortadura Grande

Es el paso subterráneo que comunica los Valles de La Leña y Anchieta.



Pequeño pasillo que atraviesa la montaña.
Tramo de conducciones "que penetran" en la Cortadura Grande, hacia el Valle de La Leña desde el de Anchieta.

La Cortadura Chica

Es el paso subterráneo que comunica los Valles de Tahodio y La Leña.


Bocas de entrada y salida de la Cortudara Chica desde el Barranco de La Leña a Tahodio



VALORACIÓN DEL LUGAR 


12345
VALORES PATRIMONIALES




VALORES PAISAJÍSTICOS




VALORES CIENTÍFICOS




GRADO DE CONSERVACIÓN




CAPACIDAD EVOCADORA





BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

  1. ·        Luis Yanes, Mª Jesús y Sánchez Hdez., José María: Historia de S/C de Tenerife
  2. ·        García, Carlos. S/C de Tenerife. Historias y Añoranzas de la Antigua Cuidad
  3. ·        Cola Benítez, Luis. Barrancos de Añazo.
  4. ·        Cola Benítez, Luis. La Odisea del Agua en Santa Cruz.
  5. ·         Cioranescu, Alejandro: La Historia de Santa Cruz de Tenerife.