miércoles, 25 de enero de 2017

LA PRIMERA CAPITAL DE CANARIAS


Algo más que sol y playa



Obviamente los clichés y estereotipos nos ocultan la realidad. Aun hay quien tiene una imagen mental de ciertos territorios asociados a un determinado item o eslogan, como el del sempiterno y dañino “sol y playa”. Como si no hubiera otra cosa que ver o disfrutar en esos lugares.

La isla de Fuerteventura responde a este paradigma, aunque poco a poco va siendo conocida por algo más que sus playas, siempre ha sido asociado su territorio a un paisaje baldío, inhóspito, reseco, cuya visita sólo vale la pena para los amates del sol y la arena. Craso error!. La isla de los mahos es muchísimo más. Incluso esas grandes y pedregosas llanuras del interior o sus desgastados y sinuosos macizos, tienen un poder evocador tan potente como el mejor de nuestros frondosos pinares; es la belleza del silencio y la grandiosidad de la planitud, aspectos no tangibles, en algunos casos, que permiten ver y disfrutar los lugares en todas sus formas y matices.


Tanto por razones profesionales, como por descanso, la isla de Fuerteventura ocupa lugar preminente como uno de mis destinos favoritos, y no sólo por su maravillosas costas de blanco jable y aguas “turquesas”, sino por muchísimo más. 



Hablamos de una isla con una ocupación milenaria, que nos permite ahondar en su pasado preeuropeo; esa tierra de maxos organizada en aquellos dos reinos de Jandía y Maxorata, gobernados por Ayose y Guise, respectivamente, divididos por una muralla que se extendía desde Tarajalejo, por sotavento, hasta el otro lado del mar, visible en algunos tramos aún hoy en día.


Igualmente enriquecedor es descubrir esa huella normanda heredada de los primeros estadios de la ocupación europea, casi un siglo antes del descubrimiento de América, con las reminiscencias del gótico tardío que han quedado en enclaves como la Villa de Betancuria y, sobre todo, esa impronta de la secular cultura campesina forjada durante siglos, que supo extraer, con su sabiduría, ímprobos recursos de un medio hostil, que aseguraron el sustento de muchas generaciones de majoreros hasta nuestros días, superando los terribles avatares que los períodos de sequías e inundaciones que cada cierto tiempo azotaban las islas y producían grandes hambrunas y diásporas.


Gavias, molinos y molinas de viento, maretas, tahonas, aljibes, hornos de cal, edificaciones rurales tradicionales adaptadas al medio, salinas, gambuesas, pozos, aeromotores… constituyen todo un elenco de recursos culturales que salpican buena parte del territorio insular y merecen ser resaltados y puestos en valor.








La Primera Capital de Canarias

Santa María de Betancuria



Betancuria, en su reducida trama urbana, representa uno de los episodios pioneros en la expansión europea hacia el Atlántico Sur, casi un siglo antes de la era colombina.

Así, las huestes del caballero normando Jean de Bethencourt tienen el honor de fundar el primer asentamiento no indígena en territorio majorero, que data de 1402 y que tempranamente, en 1404, dará vida a la Villa de Santa María de Betancuria y a la capital insular hasta bien entrado el siglo XIX, año de 1834.

Allí se radicaron los señores territoriales, las principales autoridades civiles, religiosas y militares, y todas las instituciones y órganos de gobierno insulares. De este modo, se convirtió en Villa de Señorío y, a partir de entonces, desempeñará un rol capitalino e institucional relevante tanto en la historia de Fuerteventura como en la historia señorial del Archipiélago que se extiende  hasta las Cortes de Cádiz y la desamortización liberal, ya en periódo decimonónico.

Mapa de La Villa del Ingeniero cremonés Leonardo Torriani (1590)

Hoy, esta Villa constituye uno de los rincones más bellos e interesantes de la isla de Fuerteventura, con muestras arquitectónicas representativas del gótico tardío y de la amalgama de estilos europeos y castellanos que se juntan para conformar un conjunto histórico y arquitectónico de gran valor, cuyas huellas se han resistido al paso del tiempo y  sucesivos avatares históricos, llegando hasta nosotros.


Así pues, Betancuria, en esencia, es un espacio urbano de transiciones conceptuales y arquitectónicas, resultado de la confluencia y sincretismo de la inicial aportación normanda, completada y ampliada por la época del Señorío castellano y la conversión de la "ciudad" en capital insular hasta bien avanzado el siglo XIX.


El marco geográfico insular, marcado por la aridez y la difícil optimización de los escasos recursos, dificultaron, sobremanera, el esfuerzo antropizador y la efectiva colonización poblacional y económica de la Isla y de su capital, de ahí que Betancuria, nunca adquiriera un desarrollo urbano muy destacado y mantuviera unos contingentes poblacionales relativamente estables a lo largo de su historia, restringido en su pequeño entramado urbano a ambos lados del barranco.

El ingeniero cremonés Leonardo Torriani (1590), nos describe la Villa en los términos siguientes:


“Esta Villa está situada en un valle estrecho, que, cuando llueve, se halla atravesado por un pequeño río. Tiene 150 casas, fabricadas rústicamente y sin orden. Hacia la parte Poniente está dominada por una llanura espaciosa y cultivada; y en todos sus demás alrededores tiene montañas ásperas, que sólo sirven para el pasto del ganado. Tiene dos iglesias, la parroquial de Santa María de Betancuria, de la cual tomó su nombre, y el convento de la Orden de San Francisco, llamado de San Buenaventura...”.
(Torriani:“ Descripción de las Islas Canarias”, ed.1978, pág. 84).



Calle Juan Bethencout, dedicada al fundador de la Villa, el caballero normando
  En el “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar”, del que será autor D. Pascual Madoz, entre 1845-1850, se señala:

“...en el fondo de un largo barranco coronado por cerros, los vientos de la brisa son los que más comúnmente le combaten su clima es templado y aún caluroso y bastante propenso a tabardillos. Tiene unas 100 casas, la mayor parte fabricadas de piedra con puertas y ventanas ojivas con labores y camafeos en sus cornisas; las calles son angostas y mal alineadas, y el todo presenta un aspecto gótico y de antigüedad; hay una escuela de primera educación pagada por los fondos de propios, y una iglesia parroquial...el edificio es capaz y hermoso, y está fundado sobre el solar de la primera capilla que en las Canarias mandó a construir su conquistador en 1410, conforme al plano diseñado por su compañero Juan Mason, quien dirigió la obra. Fue incendiada y saqueada con la mayor parte del pueblo en 1539 por los piratas marroquíes, conducidos por su gefe Naban Arraez; se conserva también sin enagenar el edificio que fue Convento de franciscanos, edificado en 1455 por orden e Diego de Herrera, señor de las Islas de Fuerteventura y Lanzarote, quien fue sepultado en él...”.


Iglesia de Santa María



La crónica normanda y las diferentes crónicas castellanas posteriores nos legan diversos testimonios de la temprana capitalidad señorial de Fuerteventura en el lugar de “Río de Palmas” e “Iglesia de Santa María de Betancuria”.



Al escoger el emplazamiento en este gran valle articulado en torno a un desigual “hilo de agua”, los normandos evalúan los siguientes aspectos:



1.-Su ubicación estratégica, casi en el centro de la Isla, y a cierta distancia del litoral, cuestión esencial para evitar los ataques piráticos.


2.-La disponibilidad de agua, esencial para facilitar el asentamiento poblacional (junto al flujo del barranco se excavan pozos en el propio fondo o en sus aledaños).


3.-La existencia, en su complejo y acantilado litoral, de una ensenada pequeña y protegida, que se denominará “Puerto de la Peña”.


Nace a partir de este proceso, Santa María de Betancuria, cuyo nombre se institucionaliza a partir de que Jean de Bethencourt, en 1405, haya rendido Pleito-Homenaje al rey de Castilla, en Sevilla, obteniendo el respaldo castellano de “señor” de las islas ocupadas de Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro.



La historia de la Villa de Betancuria no está exenta de avatares, habiendo sido arrasada en varias ocasiones por ataques piráticos provenientes, en su mayoría, de la vecina costa africana, como el protagonizado por Xabán Arráez en 1593, y que obligó, a posteriori, a la reedificación de buena parte de sus edificios emblemáticos.




La Villa de Betancuria se encuentra a una cota de 395 metros sobre el nivel del mar, y aparece enmarcada por unos relieves destacados que la separan nítidamente del resto de la isla. Al caminar por la Villa, se percibe un sentimiento hermoso y acogedor, la sensación de poder revivir por un momento un lejano pasado, de recuperar tradiciones extintas en otros lugares, sumergiéndonos en un auténtico túnel del tiempo que hace de este lugar uno de los destinos más interesantes de todo el archipiélago canario.



El casco histórico de la Villa concentra la mayor parte del patrimonio Artístico del Municipio. Este legado se compone de edificaciones civiles y, sobre todo, religiosas, como la Iglesia de Santa María, de estilo gótico francés y retablos pertenecientes al barroco; el Convento de San Buenaventura; la Ermita de San Diego del Siglo XVII. Ellas albergan retablos, pinturas e imaginería de un gran valor histórico y cultural adscrito al Siglo XV.



Pórtico y torre de la Iglesia de Santa María de Betancuria


Ruinas del ex-convento de San Buenaventura.
 


Hornacina labrada en piedra en los muros del ex-convento de San Buenaventura. Reminiscencia de un tradío estilo renacentista que supera a duras penas el paso del tiempo.

Pila labrada en piedra la entrada de la iglesia del ex-convento de San Buenaventura.

Arco de entrada a la Iglesia del Ex-convento de San Buenaventura



Dada su ingente riqueza patrimonial, desde 1978, la Villa ha sido declarada como Conjunto Histórico-Artístico.

 Ermita de San Diego del Siglo XVII


La Villa de Betancuria cuenta con dos museos: el Museo de Arte Sacro, lugar que durante siglos sirvió de residencia a las principales autoridades religiosas de las Isla, y el Museo Arqueológico y Etnográfico, que muestra los principales rasgos de la cultura indígena, así como de la artesanía tradicional majorera, rica en cerámica, alfarería, cestería y calados.

Por otro lado, igualmente destacable es el paisaje rural que se desarrolla en torno al cauce del barranco y de sus afluentes, con amplias zonas ocupadas por sistemas de gavias, muchas de ellas cultivadas,  salpicadas por magníficos ejemplares de palmeras (Phoenix canariensis) y algunas viviendas rurales tradicionales, y presencia característica de norias y aeromotores Chicago.

Arco conopial que patentiza la influencia gótica heredada de los normandos


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VALORES PATRIMONIALES




VALORES PAISAJÍSTICOS




VALORES CIENTÍFICOS




GRADO DE CONSERVACIÓN




CAPACIDAD EVOCADORA




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